jueves, 5 de marzo de 2020

Sobre maltrato psicológico a la mujer

Insertamos esta crónica de la periodista española Alicia Hernández, quien trabaja en Venezuela para la agencia EFE. Es una manera, cuando se acerca el día internacional de la mujer,  de motivar la reflexión, no sólo de las mujeres que lean esto, sino sobre todo de los hombres que somos padres, hijos, esposos, novios, hermanos o amigos de mujeres queridas, a cerca de nuestra conducta cotidiana.


Cómo me pasó esto

Esta historia ocurrió en Caracas y no fue nada fácil de contar. Que sirva para que muchas otras mujeres entiendan cómo funciona el maltrato psicológico y cómo protegerse de él. Porque aquí hay un patrón que se puede detectar a tiempo
"Darme cuenta de lo sucedido me hizo salir de la situación más fuerte y ser más capaz de ayudar a otras personas"
Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto
Yo no sabía que me maltrataban. Cuando te está pasando no lo ves. No lo entiendes. 
Me di cuenta al año de lograr terminar, con mucho esfuerzo, una relación que había durado siete, a trancas y barrancas, en idas y venidas. De repente tuve conciencia de lo que me había pasado. Fue en noviembre de 2017. 
Leía ese día un artículo sobre el gaslighting, un término que alude al maltrato psicológico basado en la obra de teatro de Patrick Hamilton y la célebre versión fílmica de George Cukor, Gaslight, donde Ingrid Bergman casi enloquece por los horrores que le hace su marido. En ese texto una mujer relataba el daño muy sutil pero por ello mismo muy eficaz al que la sometía su novio. Daba detalles precisos y uno detonó mi conciencia: contaba que ese hombre siempre aludía a su pareja anterior como a “una loca”, pero un día las dos mujeres se reunieron, hablaron, se conocieron, y descubrieron que ninguna de las dos estaba loca, y que ambas habían sido agredidas del mismo modo por el mismo hombre y al mismo tiempo. 
Para mí fue como ver la matrix desde fuera, también como abrir de golpe las compuertas de una represa de recuerdos dolorosos reprimidos por años. Lloré un buen rato delante del teclado y luego hice lo que siempre me salva: escribir.
Publiqué mi primer texto contando esa experiencia en Facebook. Sin embargo no fui capaz de decir que me había pasado a mí. Me daba mucha vergüenza. 
Así fue hasta hace unas semanas, cuando dije en Twitter una ínfima parte de lo que me ha costado años procesar, superar y pasar. A partir de mi publicación me escribieron muchas mujeres contando casos similares. En prácticamente todos los testimonios se repetían las mismas frases. “Me da mucha vergüenza reconocerlo”, “creí que la culpa era mía”, “nadie de mi entorno cercano lo sabe”, “no me considero/consideraba víctima”. “Cómo me pudo pasar esto a mí”.
Recordé todas las veces que me había repetido esto: “Cómo me pudo pasar esto a mí”. Ahora lo sé. Lo entendí tras pasar por un proceso de revisión profunda que se extendió por más de un año, desde que fui consciente del maltrato hasta que logré salirme de la montaña rusa de rabia, odio, ira y tristeza profunda que me invadió. Entonces perdoné a quien me hizo daño (aunque no olvidé el daño) y, lo más importante, reconocí que lo que me había pasado no era mi culpa. Darme cuenta de lo sucedido me hizo salir de la situación más fuerte y ser más capaz de ayudar a otras personas que viven la misma experiencia de horror. 

De la seducción a la violencia 

Antes de pasar por esto yo me consideraba una mujer “echá p’alante”, cuando tenía un objetivo iba por él, debatía apasionadamente, organizaba actividades en grupo, cursaba dos carreras, luego hice una maestría y todavía me alcanzaba el tiempo para hacer teatro y organizar fiestas con mis amigos.
Ahora creo que he alcanzado importantes logros personales y laborales. Muchos me reconocen por mi profesión, me han leído y siguen mis publicaciones desde que empecé a escribir en medio de las protestas de 2014. Me perciben fuerte, valiente, una mujer que se ha hecho a sí misma. Empoderada, como lo llaman ahora. 
¿Cómo fue posible entonces que “permitiera” que un hombre revisara mi correo, me insultara, me menospreciara, me manipulara, controlara lo que yo publicaba en redes y hasta con quién podía hablar, que dejara que criticara mi modo de vestir, me convenciera de no ponerme ciertas prendas o tacones y hasta me zarandeara y empujara contra una pared?
Pasó que estuve en una etapa dura de vulnerabilidad. 
¿Puedes recordar algún momento de tu vida en el que te sintieras muy vulnerable? Estás saliendo de una relación en la que te dejaron, de un evento traumático, de una situación laboral o familiar fuerte, de un evento psicológico. Hasta algo tan común como idealizar a la persona con la que te relacionas amorosamente o estar subordinada a ella en el trabajo o en los estudios, te hace vulnerable.
Ahora imagina que en esa circunstancia llega alguien “a rescatarte”, se convierte en tu amigo, en tu confidente, te habla bonito, te cautiva, hacen un clic intelectual, es atento, tiene detalles lindos (como mandarte regalos desde el otro lado del mundo), te asegura que solo quiere tu bienestar, verte bien, y hasta se presenta como un “pobrecito” que no tiene amor, que está roto.
Vives una etapa de seducción. Te enamoras. Pero ese momento dura lo suficiente como para justificar el maltrato que empieza poco a poco, de un modo casi imperceptible. 
Primero es un control leve, luego aparecen las mini explosiones de ira. Duran unos minutos y vienen seguidas de un halago que “justifica” el estallido. Por ejemplo: “Llevas una camiseta escotada, todo el mundo te mira, no deberías ir así” + mini ataque de ira + “Es que eres una mujer muy guapa e imponente”. 
Meses después el episodio de ira es mayor. Da igual qué lo desata, la culpable eres tú. Si ha entrado a tu correo, la culpa es tuya por dejarlo abierto. Si te dice puta, la culpa es tuya por tener un pasado que él conoce. La persona de la que estás enamorada, la que tiene una labia y un poder de manipularte increíbles, te convence, tras horas de pelea, de que eres la culpable de sus transgresiones.
Tras los gritos se desaparece varios días “para que reflexiones”. En mi caso, ese vacío fue el fin de semana tras mi cumpleaños. No tenía a nadie más que fuera cercano. Te quedas con tu sensación de vulnerabilidad y de dependencia afectiva y eso lo beneficia.
Cuando vuelve, lo hace dolido. A las semanas regresan los detalles lindos, pero ya son menos. Cosas que hasta podrías recordar por siempre. Así es la dinámica de horror que dura años: el maltrato y luego las flores, las rupturas y el regreso.
El efecto que eso tuvo en mí fue una tristeza constante que relacionaba con haber migrado (al mismo país que él), con que no me adaptaba, con fracasos en mis trabajos, donde bregaba con una gran inestabilidad emocional. 
Así quedé atrapada en un bucle. Cuanto peor me iba en el trabajo, más dependía de él. Y cuanto más dependía de él, más me hundía.
A la vez él se alejaba y me echaba la culpa de lo que pasaba. Me decía que quería estar con alguien con quien no peleara nunca y si yo reclamaba cualquier cosa, me atacaba. Repetía y repetía una frase que me angustiaba muchísimo: “Si tanto te molesta como soy, déjame”. Pero lo cierto es que tampoco al dejarlo se acabaría el maltrato.

Descubrir el gaslighting

Comencé a medio salir del bucle cuando me pidieron escribir en un medio español y me di a conocer en las redes. La vida 2.0 puede que tenga sus peligros, pero de esa forma comenzó mi apertura y empecé a considerar que quizás ni era tan mala persona ni tan mala periodista como él me decía. 
La nueva forma de maltrato se centró entonces en la competencia y en los celos profesionales. Fue tan rudo y sutil que todavía a veces dudo de mis logros como periodista. Este hombre me hizo sentirme culpable de crecer en Twitter, de contestar a la gente en las redes, de atender entrevistas, despreció mi escritura y la dedicación a mi trabajo.
Cuando por fin lo dejé y traté de rehacer mi vida con otra persona, comenzó otra modalidad de ataque, el acoso, aunque entonces no lo reconocí como tal: correos, llamadas, mensajes de texto, mensajes privados en Twitter, Instagram o Messenger. A toda hora. Decenas. Hasta una aparición en la puerta de mi casa. 
Eso te aturde. A un nivel indescriptible Te hace sentir culpable de todo y, por ende, merecedora de ser maltratada.
Caí y me lo cobró caro. Siguió mintiendo, pero ahora de un modo más cruel y doloroso. Empezó, literalmente, a enloquecerme. Aniquiló mi intuición, confundió mi percepción. Así entendí cómo funciona el gaslighting. Empiezas a dudar de lo que ves, sientes y piensas. Y cuando intentas conversar, aclarar, te trata como a una loca. Si por casualidad se te ocurre buscar a alguien para contrastar versiones, te darás cuenta de que durante años te ha formado serios prejuicios sobre esas personas. Es su modo de aislarte. Controla desde el principio, sin que te des cuenta, con quién debes juntarte y con quién no para mantener su sistema de mentiras y dolor. Como había dividido el mundo en dos bandos: nosotros y nuestros enemigos, yo no tenía a quién acudir. Luego me di cuenta de que lo mismo había hecho con las otras mujeres con las que se relacionaba al mismo tiempo, todas compañeras del mismo ambiente. Así que, como nos detestábamos, no podíamos compartir lo que todas intuíamos.
Por último intentó separarme de mi mejor amiga, pero eso ya fue demasiado. Ella insistió, llegó con evidencias claras. Hice el acto más amoroso que pude tener hacia mí: le creí. Siempre le estaré eternamente agradecida.

Maltratadores seriales

Vuelvo entonces al comienzo del relato. Solo un año después pude darme cuenta de lo que me había pasado. Armé la trama. Conecté fechas, mujeres, regalos, gritos, engaños, maltratos. Hasta que me puse una etiqueta que cuesta asumir: víctima. 
La asumí para entender, profundizar, analizar. Perdonar. Pero no permito que esa palabra defina mi vida. 
“La víctima no resuelve”, dicen. Claro que no puedes resolver mientras estás dentro del hoyo, mientras estás hundida. No ves la gravedad del asunto. Pero cuando eres consciente te toca actuar por ti. 
Pide ayuda. Habla con alguien que sientas que no te va a juzgar. Busca a un psicólogo/a especialista en estos temas. Es difícil salir del ciclo de violencia. Hay quienes lo lograron porque pusieron tierra de por medio con su agresor, otras porque rompimos todo vínculo con él. No siempre es fácil. Por eso, repito: pide ayuda. 
Vas a tener un proceso duro por delante. Vas a tener que redefinir muchos conceptos. 
Vas a seguir creyendo que es culpa tuya, que tú lo permitiste, que solo te pasó a ti, hasta que entiendas que ni mereces lo que te pasó ni eres culpable. Hasta que entiendas que un maltratador (físico, sexual y/o psicológico) actúa con un patrón, que es serial. 
Así mismo: serial. Lo que me pasó a mí y a otras al mismo tiempo y con el mismo hombre, le había pasado a sus parejas anteriores y le pasará a las que vengan después, si es que él no se da cuenta y corta su propio patrón de daño. 
Yo logré sanar, recuperar la confianza en mí, recuperar la sonrisa, confiar en la gente, enamorarme. 
Si un día te atreves a hablar, te llegarán mensajes agradecidos como los que yo he recibido en estos días: “Ya no pienso que estoy loca”, “Ya siento que no estoy sola”.  

martes, 3 de marzo de 2020

La salud no es una prioridad política

Casi siempre se habla de la salud o la educación como prioridades políticas fundamentales de cualquier gobierno. Esta afirmación pareciera indiscutible. Nosotros planteamos la hipótesis de que eso no es cierto. No siempre la salud es una prioridad política. Es más, sostenemos que, al menos en nuestros países, la salud nunca ha sido una prioridad política real.

En Venezuela los sectores políticos prioritarios siempre han sido: Política Interior, Política Exterior, Defensa, Economía, Petróleo e Infraestructura.  

Manuel Caballero, historiador venezolano altamente calificado, en su Biografía de Rómulo Betancourt, incluye un pasaje donde Arnoldo Gabaldón, el más grande salubrista venezolano de todos los tiempos,  Ministro de Sanidad y Asistencia Social en todo el quinquenio del gobierno de Betancourt (1959-1964), se queja con un amigo común de él y el Presidente, de que Betacourt no lo recibe y le dice que piensa renunciar. Este habla con Betancourt, el cual le dice algo así como que Gabaldón se deje de tonterías porque él lo designó Ministro por ser el sanitarista más importante de latinoamérica.

Si eso ocurrió con Gabaldón y el Presidente de la época, nos podremos imaginar lo que habrá ocurrido con innumerables ministros de salud venezolanos -algunos de los cuales han durado a veces pocas semanas o meses en el cargo- y su relación con el presidente de turno. Hemos oído de ministros que han durado hasta un año en sus cargos, fueron removidos y nunca tuvieron una cuenta con el presidente. 

Otro tema es la gran complejidad el tema. La salud es mucho más que atender enfermedades, actividad central para la cual están formados los médicos, líderes habituales de los ministerios de salud. La salud se centra en la calidad de la vida y eso es mucho más amplio que el ámbito de los ministerios de salud, los cuales a duras penas, tratan de atender enfermedades y en el mejor de los casos, prevenir algunas de ellas, donde hay políticas preventivas vigorosas. Mal podemos suponer que desde los ministerios de salud, se pueda liderar una política pública integral de promoción de la salud y la calidad de vida y no sólo de atención a las enfermedades. Este liderazgo debería corresponder a los presidentes, vicepresidentes o ministros con más poder de decisión que los ministros de salud.

Sólo el tema de la prevención y atención de enfermedades, que insistimos, es sólo una parte de una verdadera e integral política de salud, constituye un asunto sumamente amplio, complejo y costoso desde el punto de vista económico, el cual no ha sido atendido en toda su amplitud y complejidad, en ningún momento de nuestra historia, particularmente en los últimos 40 años en los que la crisis continua de la salud se ha manifestado, además de no ser prioridad en la agenda del más alto gobierno, la bajísima inversión de acuerdo a los estándares internacionales,  en una altísima rotación de ministros. Al respecto veamos lo siguiente:

  1. Venezuela ha tenido 51 ministros de salud en un lapso de 84 años, es decir, un promedio de 1,65 años por ministro
  2. Pocos ministros de salud en la historia venezolana han durado todo el período de gobierno del presidente respectivo. Destaca Arnoldo Gabaldón (1959-1964 Betancourt)
  3. Leoni tuvo (4) ministros de salud en cinco años, tres de los cuales duraron un año o menos
  4. Caldera I (2) en cinco años, uno de ellos sólo estuvo un año
  5. CAP I (2) en cinco años, uno de ellos sólo un año
  6. Luis Herrera (2) en cinco años, uno de ellos dos años
  7. Lusichi (3) en cinco años, uno un año y dos, dos años
  8. CAP II (4) en casi 5 años, todos duraron un año o menos
  9. Caldera II (3) en cinco años, uno duró semanas, otro poco más de un año y uno dos años
  10. Chávez (9) en 14 años, 4 duraron dos años, uno tres años y el resto un año o menos. Uno duró tres o cuatro meses y otro un mes quizás
  11. Maduro lleva (8) en 7 años, todos con alrededor de un año de duración, una duró tres meses
Con este cuadro histórico del liderazgo en el Ministerio de Salud, difícilmente ese sector pudo liderar una acción integral del estado en promoción de la salud y calidad de vida y ni siquiera, en una prevención y atención de las enfermedades acordes con nuestra condición de país con ingresos medios en el contexto latinoamericano.

Es cierto que en los últimos años hemos estado mucho peor que en otras épocas, pero ello no significa que antes estábamos bien sino que nunca hemos estado a la altura de nuestras posibilidades como país y en particular en los últimos 40 años, hemos estado inmersos en una grave crisis de salud, de la cual no sólo no hemos salido sino que se ha profundizado..





domingo, 1 de marzo de 2020

Salud, Gerencia, Política y Humanidad. Actualización 2020

A nuestros nuevos lectores:

Este blog tiene ya algo más de una década (2010-2020). Su nombre hasta hoy fue GESTIÓN PÚBLICA INTERSUBJETIVA y como la presentación lo indica, intentó ser un espacio para el intercambio de experiecias en gestión  o gerencia pública, teniendo como un referencia importante las relaciones interhumanas que se dan en ese campo, es decir, la intersubjetividad.

Hasta hoy hemos tenido un total de 39.446 visitas de nueve países, principalmente Argentina (14.413), Venezuela (4.448), Rusia (3.485), EEUU (2.483), Mexico (2322) y Colombia (1.081). Los años de mayor cantidad de visitas fueron entre 2015 y 2017. El escrito con más visitas es el de nuestro querido profesor Argentino-Venezolano Mario Testa, "El pensamiento estratégico de Mario Testa", con un total de 17.676 visitas (45%).

Hemos publicado 109 escritos en esta década, de los cuales la mayoría, 91 (84%), se publicaron en los primeros cuatro años (2010-2014), es decir, ha servido el blog principalmente para mostrar una práctica y reflexión político-gerencial de 37 años (1977-2014), que nos parecía necesario reseñar, a fín de que quedara escrito y así poder intercambiar libremenrte con quien le pudieran interesar estos relatos de gestión pública y además, una vez reseñados, volver sobre ellos y poder enriquecer la reflexión retrospectiva.

Nos proponemos este año revisar y actualizar el contenido del blog y mantenerlo como referencia de una práctica de vida en la gestión pública, que en nuestro caso se inició formalmente el 22 de Abril de 1977, a partir de nuestro grado en Medicina y terminó el 30 de Abril de 2015, en el momento formal de nuestra jubilación del Ministerio de Salud, aunque comenzó unos años antes en nuestros estudios de pregrado y se prologó tres años después de nuestra jubilación.

Vamos a intentar revisar autocríticamente todo lo escrito acá, tratando de respetar su esencia, ya que la vida es un constante cambio y es bueno identificar lo que pudo haber sido útil y valioso, lo que aún no identificado como tal nos parece importante como vivencia humana y  los errores o fallas de apreciación que cometimos y podamos detectar en dichos escritos.

En la gestión pública un asunto central es el movimiento de lo político y nuestro transitar por ese flujo. Ese es uno de los temas sobre los que más quisiéramos reflexionar autocríticamente porque, como decía Teodoro  Petkoff, "sólo los estúpidos no cambian de opinión". Como es de esperarse, una vida activa en la función pública de 40 años, la transitamos en medio diferentes propuestas políticas nacionales, regionales y locales, con nuestras propias posturas -cambiando constantemente en el camino- y las de los demás, impulsando iniciativas, construyendo acuerdos y aprovechando espacios para el desarrollo de una actividad pública constructiva, en función de las mayorías, en particular de los más débiles, coincidiendo con gente que no tuviese entre sus intereses de gestión la corrupción y apartados de cualquier fanatismo que nos impidiera coincidir con los más capaces, los más honestos, sin importar su postura política e ideológica.

A partir de hoy trataremos de volver sobre algunos asuntos y/o plantear otros, siempre en el campo de lo púbico, pero también atendiendo las vivencias humanas que van transcurriendo en esa práctica y reflexión gerencial y política, de allí que le agreguemos el termino "humanidad", para referirnos como siempre a lo humano dentro de la gerencia y la política pública.

También, quizás abramos un espacio a la reflexión de la gerencia y humanidad de lo privado, en la que en los últimos dos años, una vez jubilados de la carrera pública, nos ha tocado incursionar por necesidad de vida.