domingo, 12 de marzo de 2017

La lucha de Hugo Apolinar II



El pasado 07 de Febrero murió Hugo Apolinar.  Un poco más de 18 meses duró esta difícil lucha de Hugo y su familia. Más o menos 560 días, la mayoría de ellos con calidad de vida. Fue año y medio de mucha lucha y dificultades, pero principalmente de vida alegre y productiva. Pudo Hugo en ese lapso de cirugías, radioterapias y convalecencia conocer y disfrutar a Santiago y Danelito, sus dos últimos nietos, entregar su finca a la administración de Franly, su hijo menor, darnos múltiples orientaciones a todos los que estuvimos cerca de él, principalmente a su familia, ver el logro de su hijo mayor Levy, de haber emigrado y tenido éxito en su proyecto de vida familiar, entre otras muchas cosas. 

Este tiempo, gracias a Dios, le permitió concluir su vida sin nada pendiente. Siempre nos dijo que no le tenía miedo a la muerte. En Diciembre nos dijo a Rodrigo, uno de sus hermanos y a mí, que ya Franly tenía todo listo para cuando le tocara partir. Compartió con su familia, recibió la solidaridad de toda su gente, impartió indicaciones familiares a todos sus más cercanos, se puso al día con Dios y se preparó magistralmente para partir. Y cuando llegó el día, ya lo sabía y así se lo hizo saber a sus hijos que lo cuidaban.

Hugo no deja riquezas materiales, no era ese su fuerte. Siempre colocó el dinero y demás riquezas materiales en un segundo plano. A sus hijos les enseñó a trabajar por su cuenta, me dijo un día y lo logró. Los cuatro tienen hoy una vida decente y estable. Son “gente” como decía él. Pero deja inmensas enseñanzas prácticas para la vida. Los que lo conocimos aún no logramos darnos cuenta de todo lo que Hugo practicó y nos enseñó.

Nacido en el campo, desde joven, como toda persona emprendedora, quiso ser “alguien” en la vida. Eso me lo confiaba en una de nuestras últimas conversaciones. Se fue a San Cristóbal y allá estudió bachillerato, ayudado por Efraín, uno de sus hermanos mayores. De allí se fue a Caracas y de la mano de Horacio otro de sus hermanos mayores,  se inscribió en el pedagógico de Caracas, donde apenas pudo comenzar sus estudios de pedagogía. Se puso a trabajar, conoció a Carmen, se casaron y tuvieron a Levy su primer hijo.

Y un día iban en un autobús lleno de gente, como sardina en lata y le dijo a su amigo y paisano (no me acuerdo de su nombre) “¡vámonos de esta vaina!” y se fueron a Culegría, El Vigía, compraron  "Fundo Aventino" y lo comenzaron a fundar. Fueron épocas difíciles, en una casa precaria, sin luz y sin mayores recursos. Era el año 1974. Allí tuvieron a Lory y Franly, sus otros dos hijos y criaron a Carlos, sobrino de Carmen. Han pasado más de 40 años y lo que más vemos de Hugo no fueron sus logros materiales que los tuvo y se conservan, sino sus logros espirituales. Su familia, su práctica de vida, su sabiduría aún siendo joven. Era el menor de su familia y apenas vivió casi 71 años.

Yo, que siempre he andado en la búsqueda práctica y en el estudio de las situaciones sociales para que nuestro mundo mejore, conseguí en Hugo un hombre sabio, práctico y coherente, que alimentó mis inquietudes y a la vez me hizo bajar de la nube de los sueños y las teorías, a la dura realidad sin sembrar en mi escepticismo ni conformismo. Interpretaba las teorías de cambio social a la luz de sus propias experiencias de vida y todo el tiempo estaba dándonos enseñanzas, que contradecían o enriquecían esas teorías. 

Fue coherente. Nunca negó con su vida lo que predicaba. Siempre se mantuvo austero y sencillo, pero su riqueza espiritual se acrecentó con los años hasta convertirse en una referencia moral y de vida para todos nosotros. ¡Un sabio pues!!

Por eso digo que esta lucha contra el cáncer la perdimos, la perdió Hugo como ocurre con mucha frecuencia con esa enfermedad, pero la lucha por la vida, la aspiración de ser “alguien” Hugo no la perdió. La ganó con toda contundencia. No solo fue “alguien”. Fue y será una referencia constante para mucha gente que trabajó con él, estuvo con él en las luchas sociales o tuvo la dicha de ser su familia  y de conocerlo de cerca. En mi caso, fui su amigo durante más de 30 años y aún cuando me he comprometido con su familia a reseñar las enseñanzas que recibimos de él, dudo que me alcance la vida y la capacidad intelectual para cumplir cabalmente con la tarea auto asignada. Mientras tanto seguiremos dialogando imaginariamente día a día con él, recordando lo que nos decía y nos indicaba frente a cada episodio de la vida que compartió con nosotros.