jueves, 28 de febrero de 2013

Edmundo Granda

Conocimos a Edmundo por allá en el año 1995 cuando con Oscar Feo compartíamos la experiencia en el entonces Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, en la gestión del Ministro Carlos Walter. Ya habíamos leído escritos de Edmundo en nuestro postgrado de Epidemiología en 1993, como una forma de búsqueda de una Salud Pública diferente, más avanzada que la conocida hasta ese momento y de una Epidemiología más abarcativa de la realidad social y política de nuestros países latinoamericanos. Allí conocimos los primeros escritos de Pedro Luís Castellanos sobre Salud y Condiciones de Vida y los de Edmundo desde la Epidemiología Crítica en su trabajo con Jaime Breilh. Recuerdo uno de sus primeros escritos que leí de él: Epidemiología entre fuegos.

Luego en el año 1998, cuando junto con Oscar vivíamos la experiencia de salud de Aragua, vino Edmundo a ayudarnos a diseñar un postgrado de Salud Pública que surgió en ese proceso. María Vale, Edmundo y mi persona, compartimos en unas dos semanas que estuvo con nosotros, intercambios afectivos e intelectuales que me marcaron definitivamente. Incorporó en mi visión de la Salud Pública, el aporte de las llamadas "sociologías comprensivas"  de Anthony Giddens, entre ellos la fuerza de la hermeneútica moderna, del mundo de la vida de Habermas y otros, de la Hermeneútica cero y hermenútica uno del propio Giddens en la que es vital el intercambio en rol de pares del lego y el especialista cuando se trata de conocer e interpretar las realidades de la vida social, el "saber mutuo" diría Giddens.

En ese encuentro en Maracay disertamos  en medio de unos rones y hermosos encuentros afectivos, sobre el sótano, lo que luego Edmundo reflexionó en su escrito sobre Salud Pública  e Identidad, como la "identidad marginal (el subterráneo)"

He aquí un correo de Edmundo que nos envió luego de ese encuentro, en el que transcribía un poema de María Vale, hecho en una servilleta, en un bar de Maracay:


"Queridos María y José,

Les escribí desde otro casillero, el de OPS. No se si recibieron. Bueno, si no ocurrió aquello, en el anterior mail les agradecía mucho por la invitación y por el cariño que me prodigaron durante el tiempo que permanecimos juntos. Gracias, muchas, muchas gracias.

Dentro de una hora estoy saliendo al aeropuerto para viajar a Cuba.  He conversado con Max González sobre la posibilidad de forjar un grupo de discusión sobre Maestrías Semipresenciales y él está de acuerdo que podría ser muy interesante. Las discusiones que tuvimos en Aragua podrían ser de gran valor si las profundizamos.  Considero que los planteamientos de Maturana y Heidegger podrían darnos caminos interesantes, no solo para la formación ligada con las maestrías, sino con la educación permanente en salud.  Con Rutilia podríamos también llevar a cabo dichas discusiones.

Bueno, quería no ser capitán araña y no cumplir con lo que habíamos convenido. Estoy enviando la poesía de María Vale:"

SOTANO

Hoy descubrí cual adolecente
que la vida, y esa militancia
de vivivirla están ubicadas en
el presente, en el aquí y
el ahora y tiene por
espacio un sótano.

Allí viven en perfecta
armonía, el amor,
la pasión, el poeta
la música, el sexo.

Están ellos; las minorías,
las putas, los extraterrestres,

Las rosas dejaron de ser
rojas para brillar su
transparencia. Se acompañan
de la luna, el mar y
la montaña

La miel y el amargo combinadas
maravillosamente con la
sonrisa y las lágrimas.

Un abrazo apretado,

Edmundo

A Edmundo lo vimos poco luego de ese hermoso encuentro. En una ocasión en 2001 quizás,  vino de nuevo a Venezuela a ayudar a María Urbaneja, amiga común, en su gestión como Ministra y lo vimos de pasada. Nos contó ya que estaba enfermo, nosotros andábamos también eafectados de salud por una depresión posterior al esfuerzo de gestión con Gilberto Rodríguez Ochoa. Hablamos muy poco.

Luego, en 2007, a propósito de un trabajo que nos tocó hacer en Lima, bajo la dirección de Oscar Feo, en el ORAS-CONHU, fuimos a Quito y vimos por última vez a Edmundo, Martha y sus hijos. Pasamos los dos solos un hermoso Sábado. Me llevó a Otavalo, zona indígena cercana a Quito donde pasamos un hermoso día que cerramos en la tarde con su esposa e hijos en su casa. Nos regaló un libro que había publicado sobre la salud en Ecuador, el cual conservamos con mucho cariño. Nos contó que seguía enfermo.

Al año siguiente nos enteramos sorpresivamente indirectamente, a través de su entrañable amigo Miguel Malo, que había fallecido nuestro querido Edmundo. Nuestro mayor reconocimiento y recuerdo amoroso a un ser humano que definitivamente transformó nuestra visión de la Salud Pública y la interpretación de las realidades sociales para su transformación

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