jueves, 8 de septiembre de 2016

El poder y los privilegios



El poder se deriva de distintas fuentes. Puede haber poder físico para cualquier actividad que lo requiera: el deporte, la lucha entre seres humanos o el trabajo mismo. También es común el poder económico, militar  o político.

Mario Testa en su obra Pensamiento Estratégico y Lógica de Programación, el caso Salud, habla de tres tipos de poder: Técnico, administrativo y político, para defender la idea de que en la sociedad el poder está compartido. Información o conocimientos, Recursos materiales de todo tipo, incluyendo dinero o capacidad de movilización de grupos humanos por sus intereses, según de qué tipo de poder se trata.

Nosotros creemos igual que Mario, que el poder está disperso, compartido en la sociedad y que el poder concentrado y total que antes se veía en reyes y luego en caudillos o grupos políticos, hoy día no es lo más frecuente.

Sin embargo existe una categoría humana en la sociedad moderna de gente que no tiene poder o cuyo poder es minúsculo. Son los excluidos sociales. El excluido es una categoría social que superó a la clásica marxista de explotados y explotadores. El excluido es peor que el explotado. Aunque Vaclac Havel habla y reivindica “el poder de los sin poder”.

Pero queremos hablar en este caso de los privilegios del poder. Antonio Camacho, un viejo campesino compañero de luchas en el Sur de Lago de Maracaibo, nos advertía cuando nos tocó asumir cargos directivos en la administración pública nacional, que el poder generaba privilegios.

Y así nos tocó vivirlos. Tener privilegios que genera el poder y manejarlos con la debida prudencia es un asunto crucial que está en la frontera de la corrupción. Por ejemplo, tener un vehículo o un teléfono asignado, que es lo más común  y no abusar de ello, es realmente un desafío ético. No hablemos de la posibilidad de manejar o aprobar recursos financieros y otros componentes del poder administrativo del Estado.

Formalmente hablando,  la corrupción administrativa se consuma cuando se hace manejo inadecuado de recursos de poder en la administración pública y se puede probar. Es más frecuente la corrupción que ocurre y no se puede probar, que aquella que formalmente la podemos llamar como tal porque fue posible probarla y castigarla. Imaginémonos lo que ocurre con el manejo inadecuado de los privilegios que genera el poder. Esto por supuesto es lo más frecuente y difícil de controlar porque atiende a la base ética y moral del propio funcionario.

Dos anécdotas vividas:

1.    Un funcionario público en funciones directivas llega un domingo a visitar a su padre en su casa. Iba en un carro oficial. El padre había sido un luchador contra la dictadura de Pérez Jiménez y al ver a su hijo llegar le preguntó: ¿Hijo Ud. anda en funciones oficiales? Y el hijo le respondió: ¡No! El padre le dijo entonces: “No vuelva a mi casa en vehículos oficiales, si no anda en funciones oficiales”

2.    Una niña de unos cuatro años ve en el garaje de su casa el carro familiar y un vehículo oficial con el que su padre, funcionario público, había llegado y dijo: “Papá tenemos dos carros” y su padre que usaba el vehículo oficial para ir y venir del trabajo le dijo: “No hija, tenemos un solo carro, ese otro carro no es de nosotros, ese carro es del trabajo”

No se trata de que un privilegio del poder nunca pueda ser usado o aprovechado en asuntos personales o no oficiales, eso es sinceramente imposible. De lo que se trata es de tener conciencia de ello, actuar con máxima prudencia y que las autoridades respectivas hablen expresamente con sus equipos de trabajo sobre el tema,  establezcan normas expresas para este tipo de asuntos y  mantenga un control expreso y estricto de ellas. Esto, repetimos, puede contribuir a que el morbo de la corrupción no se cuele por esa vía.

Nota: Me entero a raíz de este escrito, que Antonio Camacho está vivo. Tiene 89 años y está convalesciente de una ACV que sufrió hace tres meses. Está fuera de peligro, ya camina solo con bastón, habla y oye, aunque no ha recuperado totalmente su gran lucidez característica. Igual ya está prácticamente bien. Hablé con dos de sus hijas y prometí visitarlo en cualquier momento

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